Todos tenemos fuertes creencias.
Durante nuestra vida vamos almacenando lo que por un
lado percibimos por nuestra experiencia, y lo que nos inculcan otros, padres,
educadores... Y lo vamos colocando en nuestro mapa mental. Estas creencias, se van convirtiendo con el tiempo, para unos en certezas personales y en otros, en lo que consideran verdades
universales. Y todos con frecuencia
tendemos a intentar extender nuestras creencias a los demás.
Recurrimos a las creencias cuando necesitamos una rápida respuesta, de
como actuar frente a algo. Y es por eso por lo que es importante revisarlas,
porque definen nuestra conducta. Muchas veces lo que creemos es
lo que sentencia nuestros logros, si puedo o no puedo, otras definen
nuestra moral, esto está bien, esto está mal, en otras manejan nuestros
sentimientos porque nos identificamos con ellas lo que lleva muchas veces,
cuando algo no sale según lo que “debe ser”, a la frustración y al sufrimiento.
Su fuerza es definitiva porque influyen severamente en la percepción de lo que vivimos.
¿Podemos entonces elegir? Si. Lo primero es entender que podemos
clasificarlas en potenciadoras, por ejemplo, “esto es posible”, “si quieres
puedes”, “los hermanos están para ayudarse”; o limitantes, “yo no puedo
hacer eso”, “la vida es durísima”, “nunca bienes a medias”, “eso es imposible”,
“yo no valgo para eso”, “soy adicto y no lo puedo superar”, tal cosa es “un
horror o una vergüenza”.
Y lo segundo y para mi más importante es que marca nuestro potencial,
como alguien dijo, “si me creo que soy capaz, es cierto, si me creo que no lo soy,
también”.(siempre buscaré signos que me confirmen mi creencia).
Hay personas que se mueven en creencias potenciadoras y otras que lo hacen
en creencias limitantes. Las primeras, las que se mueven en creencias
potenciadoras creo que son fundamentales en el camino de la vida ya que su
experiencia y su camino despiertan en nosotros certezas de nuevas
posibilidades.
Tener siempre la esperanza de poder cambiar, poder crecer interiormente de
una manera libre y única con uno mismo. Deshacernos de las creencias
limitadoras que nos impiden experimentar la vida y nos fuerzan a tener juicios
de valor sobre los demás y sobre nosotros mismos. En definitiva
desidentificarnos con nuestros patrones de creencias limitadoras, permite tener un futuro
esperanzador.